(I)
LA BATALLA DEL SER.
La inconformidad insípida que humedece mis labios, que reviste mi espíritu y perturba mi pensamiento, Trastoca mis ideas al límite, alterando mi mundo, mi fondo profundo, el reino oculto de mis ideas, el orden de mis palabras y la fuerza de mis credos. Tal pasión inanimada que golpea mi pecho, resuena en el tenue eco que la soledad de mi reino engendra.
En mi fondo profundo, El eco se apodera de mi ego, mi ego perturbado se retuerce con los sonidos del eco que retumba en todo mí ser, entre lágrimas, arena y fluidos, que mi desesperación y miedo generan, mi ego desesperadamente se revuelca. Sin piedad El “boom boom” de los tambores yuxtapone sucesos que a mi alma cuestionan y entristecen, sucesos a los que mi espíritu siempre optimista da la espalda, para que lo látigos del recuerdo no marquen ni cicatricen mi corazón, con la culpa que el fondo de mi reino acalla, gracias a la miserable ayuda del tiempo.
Todo mi cuerpo es ahora un campo de batalla. Tristezas gozan con la escena que mi ser experimenta, perfiles criminales ensangrentados que mi cuerpo en días pasados, en meses largos y en años ya olvidados, tomaba como propios, hoy corren libres por el fondo profundo. Esta batalla es frívola; yo contra mi otro yo, un cuerpo a cuerpo en mi propio cuerpo. Mis ojos son testigos de una polarización entre mis ideas y mi espíritu, cada uno de mis órganos, de mis músculos, todo mí ser, toma posición frente a este duelo.
Un arsenal de recuerdos se posan sobre el frio desierto de mi fondo profundo, antes virgen y oculto, es ahora un coliseo, repleto de espectadores: sesos, viseras, corazón, hígado, pulmones y riñones, sueños y deseos, pasado, presente y no-futuro hacen parte del circo que al son del “boom boom” se exacerba pidiendo a gritos que en la batalla mueran las ideas de este alterado ser.
Ya En el mundo exterior, Toco mis bolsillos en medio del desespero y la incapacidad. Con el poco dominio que ahora tengo sobre mí ser, logro sentir algo dentro de ellos, haciendo un gran esfuerzo encuentro un papel. El sudor de mis manos evidencia mi temor, que es tan grande que lo humedezco ligeramente y en él la tinta, esa tinta de mi tinta, sangre de mi sangre, se esparce poco a poco como el temor dentro de mí ser. Es una invitación, desde el fondo de mi reino, mi fondo profundo. He sido invitado para ser el espectador de una batalla que enfrentará a lo mejor o lo peor de mí. Eso ya no lo decido.
Todo mi ser se ha volcado a este espectáculo, que tiene por protagonistas a mis ideas y a mi espíritu. Pero ninguno de los espectadores presentes en el coliseo parece tener la capacidad de comprender que nada somos sin la una ni la otra, Que si esta batalla continua, al final de esta escena seremos el mármol que se saca de la cantera y que nunca pudo esculpirse.
Sebastián Beltrán Ospino
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