jueves, 30 de mayo de 2013

Los imprescindibles.

Un paso al costado, aquel que ha llorado.
Un paso al costado, aquel que se ha arrepentido.
Un paso al costado, aquel que sigue lo inalcanzable.
Un paso al costado, aquel que se frustra y ríe el mismo día.
Un paso al costado, aquel que ama la sonrisa de su madre.
Un paso al costado, aquel que entró en un corazón y se quedó ahí para siempre.
Un paso al costado, aquel que vio, en el brillo de unos ojos, su vida en destellos.
Los demás pueden seguir caminando,
Pues los del costado seguirán erigiendo los caminos de la vida.

miércoles, 29 de mayo de 2013

La talla en el mármol más puro.

Aquel a quien parte de su familia y amigos relegaron,
Es un león feroz. Rey de tormentas. Con sus garras
Protege a los pocos que a su lado quedaron.
Para bien o para mal, sus cicatrices son su bitácora.
Tallas que quedaron en el mármol más puro.

Su corazón es tan grande como su tragedia.
Alguna vez quise encontrar el porqué:
No pertenece a estos tiempos.
Quizás su lugar está en los textos de Homero.

Lo que digo, aquí, en este fragmento, no lo invento.
Está tallado en el mármol más puro.

Éste león, de corazón humano, tiene su causa. No indagaré sobre ella.

Me senté con él, seis noches, a la luz del fuego,
en un juicio lunar. Porque a la luz del fuego
los corazones se reducen a lo que son.
Logré, por un momento, lo que pocos han logrado,
Faltos de entendimiento y comprensión: enquistarme en su corazón.

En medio del fuego, el brillo de sus ojos
era el mismo que el de su corazón
me sentía, entre lapsus, en su cuerpo, tras su melena, en sus cicatrices. Sentía que la llama del fuego era su corazón que,
con la leña, se agigantaba trastocando mi corporeidad.

Lo que digo aquí en este fragmento no lo invento, está tallado en el mármol más puro.

Sebastián Beltrán Ospino

Angelus Novus de Klee

“Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. Se ve en él un ángel, al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desorbitados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su rostro está vuelto hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que arroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolas sin cesar. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegarlas. Este huracán lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso.” (Benjamin 1980, 697-698)

Gran Astro.


«Y una mañana se levantó con la aurora, dirigió la mirada al sol y le habló así: '¡Oh gran astro, de qué dicha gozarías tú si no tuvieras a aquellos a los que iluminas con tu luz!'
'Durante diez años haz subido hasta mi caverna. Te habrías hartado de tu luz y de este camino si no te hubieses encontrado conmigo, con mi águila y con mi serpiente'»

Nietzsche. Así Habló Zaratustra.

Mar Griego

Tres Toros Miura

Tensiones.

Don Alcibíades

Don Alcibíades tiene una facultad que sólo él se atribuyó. Saluda con especial ahínco a todo aquel que avienta su mirada. Pasa sus manos bruscas y cansadas por su escasa cabellera mientras vocifera, en pleno paradero y piqueteadero, ¡Ibagué! ¡Ibagué! 
Don Alcibíades se mimetiza con el asfalto contaminado, con los trajines de viajeros desconocidos. Va de un lado a otro, saluda a extraños, ser ríe solo, disfruta lo que hace. La gente del viejo pueblo parece legitimar su oficio, que no se sabe si es oficio o fina pedantería. Coquetea con cada una de las lugareñas, al igual que lo hacen sus arrugas con los destellos de luz y las gotas de sudor.
En esto pueblos, donde se apoltronan bastas planicies arroceras, las distancias no se miden por metros o kilómetros. Se miden por temperaturas. Al sur, el sol golpea fuerte contra la arada tierra, la humedad nubla los cuerpos, el sol y el asfalto hacen borrosas las perspectivas. Al norte, el sol es indulgente, situación que facilita el trabajo y las relaciones entre lugareños. Pero volvamos al enigmático personaje del paradero y piqueteadero. Por momentos parece esfumarse entre el borroso asfalto; si se observa con fijeza, al fondo del paradero –más allá del piqueteadero– don Alcibíades, con una picardía delatada por el brillo de sus ojos, recibe algunos pesos de manos de un conductor. Ahora, su oficio no sólo tiene legitimidad entre los lugareños, sino también retribución entre el gremio transportador.
En estas tierras los oficios ambulantes e independientes son más comunes que el cultivo de arroz. La ausencia del Estado y la presencia del hambre obligan al lugareño a salir adelante, entre el borroso asfalto y el sol inclemente que da la vida a cambio del sudor.
Sebastian Beltran Ospino